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Sudamérica y yo: un encuentro amoroso

Miércoles 3 de febrero de 2010, por Aude Lanoizelez

Antes de su "flechazo" por América Latina, Aude obtuvo un master de historia en el que ya mostraba su interés por "la vida de los otros" [1] Entusiasta y comprometida es además la responsable de la asociación RICIAL.

Mi encuentro con Sudamérica tuvo lugar en enero del 2009. Había decidido dejarlo todo durante cuatro meses. Tomar mi mochila y realizar el sueño de mi vida: partir sola a descubrir Sudamérica. El viaje me llevó a Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia. Fue amor a primera vista.

Enero del 2009. Qué felicidad salir del aeropuerto de Ezeiza, poder caminar un poco después de 13 horas de vuelo y sobre todo sacarse los numerosos suéteres, secuelas del invierno parisino, particularmente frío este año. Mi primera impresión de América Latina fue ésa: el calor del verano, los gritos de los porteños y la extraña impresión de estar en casa.

España

Mi interés por América Latina había empezado algunos años antes cuando, durante mi tercer año de universidad, me había ido a Alicante (España) para realizar un intercambio universitario. Aún recuerdo el descubrimiento de España, su idioma encantador, la alegría y el ritmo de vida de sus habitantes y el encuentro con el cine latinoamericano. A partir de ese momento empezó a instalarse en mi cabeza la idea de irme de viaje a América Latina para profundizar lo que había empezado a percibir.

Me costó cinco años de experiencias, reflexión, madurez, para decidirme a partir. Después de 6 meses en Londres, de un máster de Historia y de una infinidad de pequeños trabajos "para ahorrar", me di cuenta de que había llegado el momento y tenía que partir.

Y me fui...

Recuerdos de Viaje

Viajar es ir descubriéndose a sí mismo. Y sobre todo, es ir hacia el otro.
Lo que más recuerdo de ese viaje es la hospitalidad de los sudamericanos, los encuentros en la calle, la sencillez del contacto, las amistades creadas y el intercambio cultural.

Me quedan también el ambiente particular y la vida nocturna de Buenos Aires, las playas y la sencillez de los Uruguayos, la inmensidad de los paisajes patagónicos, mi relación privilegiada (pero moderada) con el Malbec de Mendoza, las "orgías" de empanadas salteñas, la vida cultural de Santiago de Chile, mi primer encuentro con el impresionante Océano Pacífico y el choque cultural y visual de Bolivia...

Vista sobre el Perito Moreno desde la cumbre del Cerro de los Cristales (1282m, Patagonia)

Pero, a pesar de esos encuentros y increíbles descubrimientos, a veces me cansaba esa vida nómada, hacer y deshacer la mochila, estar sumergida en otro mundo, vivir del interior la interculturalidad y poner a prueba mi capacidad de adaptación en cada momento.

Sin embargo, al volver y al poner el pie sobre el suelo francés supe que ya tenia ganas de partir de nuevo para profundizar la reflexión que había empezado a desarrollar.

Compartir entre iguales

Recuerdo una dulce noche de febrero, en Puerto Madryn.
Compartiendo con una pareja argentina un asado y una conversación apasionada sobre la política argentina y las diferentes maneras de hacer la democracia, me di cuenta de que coincidíamos en cuanto al futuro. A pesar de tener diferentes modos de pensar la democracia y la acción popular, teníamos un objetivo común: participar del mejoramiento de la sociedad tanto en Argentina como en Francia...

En ese momento tomé conciencia de que en Europa teníamos mucho que aprender del dinamismo de la juventud latinoamericana. Por el intercambio de experiencias, podíamos lograr cambios, especialmente a nivel local. ¡Había que intensificar las relaciones humanas entre ambos continentes!

Creo que en este momento, América Latina beneficia de un dinamismo popular y de iniciativas locales de democracia participativa que pueden ser fuentes de inspiración.

La continuación de mis estudios este año en el Máster 2 en "cooperación internacional y relaciones interculturales" en la universidad de Lille 3, es una manera de profundizar de manera profesional mi relación con América Latina.

Quiero trabajar en la cooperación con América del Sur para que en Europa se puedan conocer mejor las iniciativas locales llevadas a cabo allá. Creo que la cooperación debe entenderse como un medio de compartir: compartir experiencias, compartir competencias pero también compartir diferencias.

Mi visión de la cooperación no está en adecuación con la aceptación habitual que integra de facto una desigualdad. Creo que la cooperación debe ser igualitaria y que los intercambios mutuos a nivel social y cultural pueden ser generadores de cambios. Por eso quiero colaborar con proyectos de desarrollo local para intentar mejorar las democracias.

Los problemas de desarrollo no son privilegios de los países del Sur. La democracias europeas tienen que ser perfeccionadas continuamente.
Mi idea es participar a un intercambio estrecho entre actores sociales en ambos continentes para que la cooperación no quede reducida a un intercambio de dinero sino que consista cada vez más en un intercambio de ideas y culturas, pero sobre todo en un encuentro humano.

Intento, este año, volver por allá, para ver cómo se puede desarrollar esta cooperación de manera empírica y, sobre todo, para concretar mi encuentro amoroso.

 Tres sitios web a descubrir:


[1En particular con su trabajo de investigación de 150 páginas intitulado: « El CARA de Bias, del campo al ghetto: socio-historia de un lugar de alojamiento de Harkis olvidado »